domingo, 21 de julio de 2013

Ojalá

Miro hacia atrás y no estás, amado. Observo… sigues sin emerger. Diviso todas direcciones. Me pregunto: “¿Dónde podrá aparecer?” Y sueño, “Soñar y ser soñado”,  las típicas canciones relatadas por los "sabios". Y sueño, con tus labios salados. Entonces me despierto. Miro a todos lados. Ahí estás, aunque dentro realmente. Ausente, pero presente. Ya lo verás. A ti, siempre en mi mente. Quizás contrariado. Es como si no pertenecieras a mi vivido pasado, ni al futuro lejano. Tampoco a mi presente callado. Pero tranquilo, guardo un as.
Tú eres algo más. Todo viene contigo, y todo contigo se va. Como mis males. ¿Vienes? Eres todos mis tiempos verbales... ¿Quieres?
De las mañanas el sol, de los atardeceres la brisa. Tú eres del mundo la sonrisa. Y sus giros. Añoro el dulce que contienen las gotas de tus suspiros; las caladas de tus lágrimas que caen sobre la rosa. Son acidez en mi rima en prosa, al contemplarte. Pues adoro tu calidez; tu mirada penetrante. Tus intensos brazos; de mi cordura, los lazos. Mi expresión corva.
Odio las distancias que me roban; los alambres que atraviesan al caer. Vuelve la acidez. Por ti hambre, por ti sed.
De ti todo parte… y extraño todas y cada una de las partes de tu ser. Ellas te construyen, y ellas me destruyen. ¿De qué sirven las oraciones? Siento reales adicciones por tu cuerpo; por tu piel.
Amor, por ti los oleajes son simple marea. Seré tu dulcinea. Siento amor. Amor por ti. Porque mi corazón vuela. Y animal terrestre fui.



Tal vez me equivoqué... y estés en todas partes, aunque no te vea.
Ni pueda mirarte ni besarte. A lo mejor oír. O tan solo imaginarte. ¿Y qué voy a decir? Si eres el aire que bebo para vivir; el agua que respiro. La nana del dulce dormir. El arte. De las palabras la belleza. La muerte constante de mi tristeza, de mi ego su abatir. Las románticas danzas. Las divinas alabanzas. La bonanza; mi cima, mi luz y esperanza. La salvación de mi alegría. El elixir. La animación de mi fotografía. La bala de un dulce morir. La vía, el camino, y el ir.



Y voy a decir... que cuento tus ausentes segundos, malos que no buenos. A veces me pregunto "¿irás por otros mundos?". Quizá jamás nos reencontremos. Pero sé que no temeremos. No podrán los kilómetros ni los celos. Venceremos, y punto. O eso creemos. Eso queremos creer. Para hacer culto al cuerpo en bruto. Para saborear la pasional miel.
También a veces, cuento cada minuto. Esos que mereces, pero que trágicos conforman hálitos, como de luto.
Y otras tantas, cuento las horas altas en las que mi alma vaga errante, buscando tu sonrisa también vagante, que me falta, para poder refugiarse en tus tiernos besos delirantes. Esos, por los que daría mi honor y mi estandarte, mi blanco velo.
Para poder tocar tu corazón en prendido fuego, llueve mi mano suave de gélida nieve. Y para poder exclamar: "Tú eres mi eterno herido ruego; mi lluvia fría y leve", quiero poder amar: amar ahora, aquí, así. Amarte a ti. Calor caliente. Caricia lenta. Instante breve.
Me agrada sentir... que volverá; aquello que muerdo como un trozo de salud. Que regresará; mi vicio bueno. Parte del gozo de plenitud, y luego todo ello.
Tan Reconfortante. Satisfactorio. Casi permanente cual sello.
¿Y bello? Eso son tus ojos, tus orejas, tus pies, tus cejas, tu pelo, tu cabeza, tu frente, tu piel, tus hombros, tu sien, tus manos, tus codos, tus dedos, tu miel, tu todo, tu ceño.
Ojalá, de algún modo... no venga la desgracia de perderte, mi pequeño. Y yo te tenga, a ti y a la suerte de tenerte, inmenso cielo.
Porque las partes de ti... elaboran mi vulgar rima. Pero todo tú, hasta mi misma muerte, eres mi misma vida.



Te amaré y me amarás
Y así:

Jamás, en mí hallarás, plácida calma. Tuya es, hasta el final, mi ya no propia alma.

Palabras a un pueblo de Mestarios

Idiotas, os pasáis media vida aprendiendo a usar la razón, y una vez la controláis en una ínfima parte de su totalidad, la malgastáis buscando el paradero de la piedra filosofal.
Idiotas, os digo. A cada uno de vosotros, que me estáis escuchando esperando oír algo grandioso; algo revelador e implacable.  No os equivoquéis. Conozco la receta, la he palpado y tenido entre mis dedos una y otra vez. Una y otra, y otra vez, mientras no habíais vivido ni vuestra primera mitad.


Yo controlo ambas partes. Yo predigo las ocultas de los tres hilos de la mano legendaria. Yo soy dueña de vuestro sueño y de vuestra búsqueda. Sólo yo puedo dar remedio.
Y en vez de concederos la salvación eterna. En lugar de sopesar la desbaratada idea de entregaros ese secreto que albergué en mis pezuñas, y sonsaqué con mi sagrado cetro negro de tres puntas... voy a lanzar la espina del corsario, voy a invocar y manejar a mi antojo el nombre de Lavenea; mientras vosotros perdéis vuestra segunda mitad. Creyendo saberlo todo, mermando vuestro falso ingenio en profundas idioteces. Mientras morís de forma infinita, sin llegar a perecer, pero tampoco alcanzando la majestuosidad del elixir. Agonía.



¿Dejar de ser esclavo del miedo? ¿De aquello que te vuelve inmóvil y cautivo en el eclipse de la habilidad farsefa? Tan solo será un cuento de niños, mientras yo permanezca. Es decir: por siempre.

viernes, 19 de julio de 2013

La rima del patio


La niña ríe
El viento mece
Te quiero dice
e ilusionar puede

La niña niega
La lluvia empieza
El dolor riega
El niño reza

El niño llora
La flor se muere
Pasa la hora
como la vida suele
...

Noches para escribir

Hoy que quiero más que nunca de tus besos y sonrisas. Hoy que me conformaría con una pizca de tus abrazos. Hoy, que moriría por un segundo de tu especial calor.

Y aquí estoy yo, escribiendo pensamientos que no podrán leerse; imaginando cosas que no serán más que mera imaginación. Soñando sueños inalcanzables, anhelando caricias que no van a volver. Aquí estoy, viviendo. 
Avanzando hacia la muerte, y en vano; como todas las cosas cuales me dispongo a hacer hoy, y desde entonces.
Hoy que la luna parece que incita a escribir. Hoy que las nubes desvelan los secretos del cielo, desnudando y permitiendo ver a las personas humildes los ojos de la noche, tan abundantes como brillantes, hermosos.

Es una noche fría, una de esas que ojalá no pasaras en ausencia de compañía, pero siempre da la casualidad ––si es que lo es –de que disfrutas del vacío, del estremecedor viento, del sigiloso paso de las horas, solo. Sí, solo. Con la suficiente calma como para poder oír los "pum, pum pum" de tu caja vital. Así como también los a veces molestos "tic tacs" de esos relojes que parece que se derriten en tus ojos y nunca van acorde con el ritmo de los de otros.
Como si tu dolor fuera eterno, como si el tiempo no pasara para aquellos que esperan, o lloran. Quizás ambas tristes cosas.

Respiro hondo, y el hondo se queda en mi garganta. Las palabras de mi mente no dejan circular más oxígeno del que mis esperanzas cogen, y nuevamente caigo en el pensamiento. Quitando más aire, escaseando con recortes dispares la esperanza, añadiendo pensamiento. La serpiente que se muerde la cola como aquel que dice. ¿Desde dónde podemos cerrar el círculo? "Parando de pensar", murmullarán los felices despreocupados que saben vivir con la mente en blanco, viviendo el momento sin la... 
¿Cómo es? Preocupación. Historias, innecesarias o no, que nos consumen.
"Dejando de respirar", dirán aquellos extremos inconformistas de la vida; soñadores natos que agonizan penurias en forma de palabras.

Yo no he venido a esta hoja con este fin. Hoy, estoy aquí porque algo me dijo que estuviera, algo me reclamó estas palabras.
No me siento sola, ni mucho menos. Tampoco sabría con gran certeza qué debo sentir. Como dije antes, estoy en una noche solitaria, retorcida por la brisa y demás movimientos de los cuales nunca me habría percatado antes si la melancolía no hubiera pedido permiso para entrar en mi alma. Espera, ¿a caso lo pidió?
Pero quizás quiera disfrutar esa ausencia de... motivos; esa falta de todo al mismo tiempo. De ti. Sólo puedo decir que por ahora, mi plan es permanecer pensando, seguir anhelando y continuar viviendo. hasta que mis pensamientos no permitan una calada más de aire. Hasta que mi corazón sepa que aquello que espero con tal resignación y calma, no va a regresar. Ese día, será el día en el cual pierda aquello último que dicen que se pierde. Una vez perdido eso, no me quedará nada.


Buscaré ilusiones en rincones olvidados, reutilizaré sonrisas de momentos que en su día pasaron y quizás, sólo quizás, sea hora de decir adiós. Pero hoy, aquí estoy yo. Y por el momento me siento con fuerzas para escribir y esperar durante dos eternidades, si así quisieras... madre.

Sueños



    No estaba ida del todo, pero tampoco en el lugar dónde me encontraba. Me senté en mi silla de madera pintada de aquel color esmeralda y soñé. Soñé que iba por la calle mientras la mujer blanca del cielo decidía mostrarse. Estaba todo nevado, pero no era una nieve corriente. Estaba caliente; muy caliente. Recuerdo que cogí un pequeño trozo y mis ojos ardían de solo dirigirle la mirada. De pronto sentí la necesidad de correr. Sin darme cuenta, mi paseo se había convertido en una terrible huida  La nieve comenzaba a derretirse y brotaban rosas negras en su lugar. Una niña aparecía y me daba su mano.
    –Tienes que venir conmigo, deprisa insistía. Yo me limitaba a seguir aquella historia sin tener muy claro aún que sucedía. Empezó a llover, y las gotas quemaban las flores. Sin embargo, a mí me transmitían un frescor placentero y suave.
    – ¡Rápido, no hay tiempo!- exponía ella con efusividad entre intensos sollozos.
    – ¿No hay tiempo para qué? pregunté. Se hizo el silencio.
    –Para nada. Ya es tarde. De forma repentina la tierra comenzó a separarse. Seguimos huyendo hacia todos lados. Pero por todos lados el suelo se desmoronaba. Entonces me quedé inmóvil. Ella intentaba tirar de mí, pero me resistía. El miedo me había cegado. Inesperadamente, una línea comenzó a abrirse entre mis piernas y quedé colgada en el abismo. La mano de la niña permaneció agarrando la mía; con mucha fuerza, pero ésta inútil y débil. Entonces grité mi nombre con constancia, sin saber muy bien porqué ,y un profundo eco se sumergió en aquel espacio. Una gota de tristeza recorría la mejilla de la niña y acabó cayendo sobre la mía. Era ácida, pero al pasar por mi boca, dulce. Miré sus ojos. Me producían el mismo arder que aquella nieve. Me adentré en la luz de su mirada, a pesar del fuego que irradiaba, buscando un sentimiento. Encontré el de impotencia. Fue pues cuando supe que no debía esperar a que ella no aguantara más y mi mano se resbalara. Yo debía soltarme. Pero cuando lo hice, ella… ella se mostró alegre y satisfecha. Y a partir de ese momento comencé a caer en un tiempo infinito. El calor se me iba apoderando, mientras el eco de mi propia voz persistía: “¡Adelaida, Adelaida!”.
    Desperté, abrí mis ojos con costosidad y permanecí sentada. Delante de mí estaba Celia, mi hermana. Era ella quién lloraba y gritaba mi nombre desesperadamente. Me zarandeaba. Me golpeaba. Quería preguntarle por qué estaba tan alterada y qué era aquello que tanto necesitaba de mí, pero no hizo falta. Vi humo por todas partes y supe que algo trágico estaba sucediendo. Me volví a quedar inmóvil. No atendí a sus palabras de terror e insistencia.
    – ¡Busquemos a Noelia y a mamá y huyamos, no hay tiempo! La esperanza, ya algo marchita, empezó a derretirse y a brotar en su lugar la muerte. Toda la casa ardía. Celia corrió sola en busca de mamá y nuestra otra hermana.
Ante la imposibilidad de que yo me moviera, y la realidad de las llamas que iban tapando todas las salidas, mi madre cogió a mis dos hermanas y me dejaron ahí. A mi suerte. Y no sólo me dejaron. También me encerraron para impedir como fuera mi salida. De nuevo apareció la cara de satisfacción en un rostro. Algo se rompió dentro de mí… o no; nada tenía sentido. A partir de ese momento comencé a caer en un tiempo infinito, el calor se me iba apoderando, mientras el eco persistía: “Adelaida, Adelaida..."...
    –Adelaida, levanta, por el amor de Dios. ¿Te has vuelto a quedar dormida en eso? De verdad, no sé que voy a hacer contigo. ¿Sabes lo cuán grande y reconfortable que es tu cama para que duermas en esa silla vieja y azul?
    Volví a despertar.
    No es azul. Refunfuñé sin abrir los ojos, estando en un mundo muy lejano a la realidad todavía.

miércoles, 17 de julio de 2013

Lo único

A veces hay que tomar decisiones. Decisiones tontas o importantes. Pequeñas o grandes. Sin valor o decisivas. Sean como sean hay que tomarlas. Nunca es posible todo, pero puede ser que nada sea posible siempre. Es lo que tiene la vida en general. Es complicada.
Pero solo si queremos complicarnos con ella.
Hay gente que tiene una especie de don para abandonar aquello que pueda corroerles, o simplemente para que nunca les llegue a corroer.
Otras personas ven su mundo acabar de forma continua a la vez que sudan por los ojos trágicamente como si no hubiera un mañana. En otros casos, los hay que en vez de llorar, acumulan como pequeños trozos de cristal resquebrajados en la garganta.
Algunos, muy pocos, tienen valor para afrontar lo que vino, viene y vendrá.
Unos se encierran en lo que vino y jamás logran avanzar.
Otros tan solo se obsesionan tanto con el futuro que la vida se les va en un suspiro y el presente siempre es algo efímero y vano.
Y otros, no tienen tiempo ni para filosofar, ni escribir, ni soñar. Ni preocuparse tan siquiera. Igual no puedan decidir nada, porque alguien ya decidió por ellos. Su día a día es una supervivencia. El próximo amanecer es de por sí un reto.
En cualquier caso, nos tomemos las cosas como nos las tomemos, o nos toquen de la forma que sea, las decisiones están ahí. Y por mucho que las ignoremos, el miedo nos nuble los sentidos, o la propia esperanza fallezca en nuestro interior, permanecerán ahí. Y no hacer nada nunca es una opción brillante.
Podemos equivocarnos, incluso equivocarnos muchísimo, pero no hay que olvidar que nadie es perfecto. Ni nada.
Por ello la vida no es una excepción.
Tendremos problemas, sufriremos, enfermaremos, quizás enloquezcamos (o vengamos ya locos de fábrica), perderemos amistades, amantes, familiares como padres o incluso hijos. Pero ¿para qué darle vueltas una y otra vez? todos morimos. Y eso es algo de lo poco, quizás lo único, que no podemos decidir.

lunes, 15 de julio de 2013

Algún día

Nada tenía sentido, nada me ilusionaba;
Cerré los puños y dejé caer mi cuerpo sobre la cama...
Esperé tras aferrar mi rostro a una almohada.

Aguardé algo que jamás llegó;
Pues un hálito de aire me embelesó...
Cuando, por fin, mi nariz se liberó.

La vida misma me incitó a ella.
A tocarla, saborearla, respirarla, y todo tal cual es.
Complicada pero bella, y a la inversa.
Corta pero intensa, y al revés.

La vida propia me animó a vivir,
cuando ya no quedaba nada,
solo el existir.
Y ahora que permanezco aquí...
¿Qué remedio...?

...

¿A dónde fuiste? ¿A dónde quisiste ir?
El cielo te guardará siempre... ¿verdad que sí?

sábado, 13 de julio de 2013

Realitats paral·leles, aplicables

Eren dos parlant... tan sols dos que es trobaren quasi intencionadament. Pretenien traçar trams idèntics però es traslladaven a ritme distint. A voltes, convivien en un mateix espai físic i temporal. Altres, jugaven a agafar-se recorreguent llocs que van resultar nous a l’inici... i monòtons i sistemàtics tot seguit de la primera passada coexistencial.


S’escoltà: “La fi marca la partida, i aquesta defineix la fi”. I hi contestaren: “La nostra paciència no és infinita; les nostres ganes de ser pacients, cícliques”. Enmig de tal diàleg, va aparèixer un tercer personatge que es va sumar a la conversa afegint: “Potser el nostre començament marque la nostra fi i la nostra fi, altre començament. Potser el meu amor per ella no siga infinit ni la meua paciència, constant. Done per segur que mentre espere la seua resposta  no us miraré agulles, però; el temps ja em passa prou lent com per a fixar-me’n.


Palabras de enamorados

Súbete a la noria de mi amor,
Y recita esto que está escrito:

Te quiero, como diría un amigo;
Te amo, como dirían los amantes.
Sin embargo, yo, te necesito conmigo;
En cada segundo, más fuerte que antes.

No quiero escribirte algo, porque jamás se haya escrito,
Ni dedicarte el verso más bonito, tampoco el más escaso.
Lo que te diga, que sea susurrado en tu oído,
Y tiernamente, arme guapa en tu regazo.
Con la calma y el alivio que expreso, al estar contigo
Para que me llene tu beso, y me resguarde con tu abrazo.

No deseo contarte sueños ni leyendas sobre estrellas,
Ni esperanzas de lo más tiernas y estremecedoras.
No quiero cantarte canciones bellas,
Ni regalarte las más dulces amapolas.

No quiero hacer ninguna de esas cosas, caballero;
Tampoco sorprenderte, con un texto perfecto, ni brillante
Porque si vivo es para quererte, y yo te quiero
Que eso es lo importante.
Más que la salud y el dinero.
Más que la misma vida, la muerte,
El pico de la luna y el sol entero.
A parte, sin nubes, tú eres el cielo; sin caminos, mi sendero.

Eso es lo bonito de quererme, que es el motivo de yo amarte.
Deseo verte, cuidarte con mi afecto, jamás subestimarte
Sentir tu aliento, dulce hombre, valeroso andante;
De largo viaje, compañero.

No habrá poema ni palabra, para expresarlo
Sólo así sabrás la fuerza, de lo que te hablo.

No sé cómo decir que eres la combustión de mi azufre.
Eres el viento que viene y calma,
Mi azul llama; sin ti, mi corazón sufre.

Eres silencio, que se oye en los hombres que amaron
Mi alma, déjame tu travieso beso,
Y lo devolveré dulce; tal cómo me lo prestaron.

Para mí, el amor es suculenta delicadeza.
Ojalá tú también me puedas amar,
Para que consigas saborearlo;
El sabor y vestimenta de la certeza
Al con pureza expresar
Lo muchísimo que te amo.

Y si te digo:
Una gota de agua, se precipita por la hoja de una rosa
Cada una que lloro cuando muero, al vivir.
En mi hoja y en mi alma; en mi alma y en mi prosa,
Al mojar tristeza, y tinta derretir
Ella no mancha, que decora
Mi palabra hermosa, de cuando cielo, estoy sin ti.

“Eres un sueño; por eso despierta estoy sin ti”
Sólo tengo tus labios y tu mira,
Que me incitan en la memoria
Y mi corazón con ira,
Que se desangra en otra lágrima sin victoria
Cuando me falta la vida,
Y yo muerta, sólo te puedo escribir.

Te quiero, cuidadoso pétalo empapado
Súbete a esta noria,
Porque mis tristezas forman parte de la historia...
Te amo, sólo tú me haces vivir.
Y sin ti, con o sin dolor ya, mi amado,
Sin ti, vida mía, sólo queda morir.
Subiremos y bajaremos, pero en cada altura, te daré un beso.
Más tierno que el sueño, más grande que el existir.
Más bonito que todo eso;
Te necesito ahora, y te prometo, que siempre será así.

Es sólo una de cientos de formas para decirte que te quiero a mi lado, siempre, y para siempre, contigo;  aquí.