viernes, 23 de septiembre de 2011

Tiempos contra Elisabeth




    Eli, hermosa chica. Cabellos largos y negros como abismos; ojos azules como mares. Toda ella era infinita. También lo eran su encanto y sonrisa; esa sonrisa pícara de niña buena que incita a preguntar al menos su nombre. No era muy alta, pero le gustaba llevar botas extravagantes con grandes plataformas y apenas se notaba. También solía vestir ropa ancha que camuflaba su enclenque cuerpo. Era como si toda la tela que la cubría le hiciera sentirse más a salvo.
No era del todo tranquila; más bien necesitaba mover cosas todo el tiempo. Colocarlas en su orden original, removerlas de nuevo. Tocarse el pelo, hablar. Hablar como nadie, pero sólo con su mejor amiga Yaira. No era rara, era diferente ¿Sincera? Posiblemente con quién confiara... minoritariamente hombres. Pues: "No están hechos para comprendernos, sino para satisfacernos, ¿no se dan cuenta? Aunque tal vez no sirvan para nada, como las servilletas de restaurante". Las dos amigas reían y reían, aun sabiendo que ninguna de ellas jamás podría vivir del todo feliz sin uno.
[...]
Tenía un nombre especial: Riuk. Eli veía miles y miles de acciones cotidianas al día, y todas ellas le parecían perfectas y románticas para hacer junto a él.
[...]
Deseaba  entrelazar sus manos, tocar sus labios, humedecerlos, respirar su aire. Acariciar su rostro, besar su cuerpo, dormir en su pecho. Él era para ella. Ella no lo era para él.
[...]









PRÓXIMAMENTE.

sábado, 2 de julio de 2011

El amor nos mantiene vivos, matándonos.

Las lágrimas del cielo
son testigos de las mías;
Pues se fundieron y gritaron
en débiles sollozos los te quieros
Cubrieron amor con este velo
Casaron al dolor, y a la vida mía;
Cada susurro silenciaron e ignoraron
en noches en las que me muero.
Rasgaron mi rudo ego
Probaron mi perturbante rima;
Pues de mi débil amor se aprovecharon
Finalmente sí, cruelmente huyeron.


Somos rosas hechas de hielo
que se funden en la vida
que vivieron mientras amaron
y sangraron mientras murieron.


"La llama aviva la rosa, que muere porque es de hielo; la vida que es hermosa, se transforma por el amor en algo pequeño".

viernes, 8 de abril de 2011

El agua teñida de dolor


Clarina Ríos Ramírez



Capítulo 1- y único
Era una madrugada fría en Londres. Catherine abrió los ojos, despacio, aún somnolienta. Se giró y extendió una mano pretendiendo alcanzar a su novio; éste no se encontraba a su lado. Ella sólo sabía que habían tenido una riña muy intensa la noche anterior, pero ni siquiera podía recordar con exactitud los motivos de aquella disputa. Se levantó de la cama, y se dispuso a buscar a Keith por la casa.
No le hizo falta investigar demasiado, puesto que allí estaba, postrado en el sofá. Tan tapado, risueño y adorable. De pronto algo le hizo olvidar, por un instante, incluso que se habían peleado. Le acarició suavemente la mejilla, caliente y mullida, y deseó con todas su fuerzas pedirle perdón. Perdón por ser tan irritable, sensible, orgullosa... pero sobretodo decirle lo mucho que le amaba. No obstante le dejó dormir. Muy satisfecha de verle descansar bien, se arregló, cogió sus cosas y marchó directa al trabajo.
Catherine llegó ese día pronto a casa. Entró por la puerta como es lógico, y siguió avanzando hasta la salita del comedor mientras se desplegaba cuidadosamente las mangas de su chaqueta; retirándolas de sus brazos helados. También se quitó los zapatos. Estaba cansada de haber estado todo el día fuera en aquella insoportable empresa, pero le consolaba pensar que después de todo, vería a Keith.
Lo llamó, empezando por un registro suave. Se quedó en silencio. No obtuvo respuesta. Entre la sinfonía de la nada se podía apreciar un débil chorro de agua; procedía de una habitación cerrada, por donde salía agua al raso. Empezó a preocuparse un poco. Abrió despacio; el pomo estaba mojado. Se asomó por la rendija de la puerta con curiosidad y algo de miedo.
  – ¿Keith? Pudo ver el reflejo de él por el espejo, pero no más que su cabeza inmóvil reposada en el extremo de la bañera. Abrió del todo, se acercó a él y le miró. Miró sus ojos quietos, perdidos, sin luz, sin vida. Estaban vidriosos, y no transmitían nada más que abismo.
Bajó la vista hacia la bañera llena de agua… y de sangre. Cerró el grifo que inundaba la sala poco a poco. El nivel era escaso, así que no debía llevar mucho tiempo encendido. Estaba caliente, pero daba la sensación contraria. Ahora empapaba sus pies descalzos.
¿Ese era Keith? Difícil de determinar al tener las extremidades tan sumamente desfiguradas, colocadas en un orden casi incomprensible. Pero Catherine reconocería tan sólo sus manos entre un millón de personas. Volvió la vista a su novio, de nuevo a lo que eran sus ojos. Ella tardó mucho en reaccionar, pero toda la acción transcurrió en apenas un minuto. En su mente se estaba produciendo una especie de cisma; la realidad la había abandonado. Le faltaba aire, todo mejor dicho, y su corazón junto con su garganta se estremecieron formando un puño retorcido.
Se sentó en el suelo desplomándose a su lado. Le acarició su mejilla. Esta vez estaba fría, húmeda, vacía. No podía dejar de penetrar sus turbados ojos en los de aquel cuerpo; quizás buscaba su mirada, pero las pupilas de Keith estaban como en otro lugar, muy lejos de dónde se encontraba ella. Retiró su mano de aquel rostro e intentó, inquieta, cerrarle los párpados. No pudo. En ese preciso instante, le abocó un rayo de realidad, y a la vez, rompió algún hilo de cordura. El dolor le invadió cada recoveco del corazón, y cada segmento de su cuerpo, cada lunar. Finalmente estalló. Fue pues cuando empezaron a caer lágrimas de sus ojos acompasados con gemidos roncos y desesperados.
No le vinieron las preguntas que el ser humano tanto codicia y busca como “Quién, cómo; ni tan siquiera por qué”. Pensaría que sería inútil conocer sus respectivas respuestas, o tal vez no, pero sabía que ninguna de esas cosas le iban a devolver a su amor. La persona a la que esperaba ver siempre al final del día, y viva.
Empezó a gritar su nombre, a moverle, a pegarle, a sacudirle de arriba abajo. Su cabeza se zarandeaba de tal manera que parecía que si Catherine seguía, se desprendería de la propia nuca. Intentó también retirar inútilmente la sangre del cuerpo inerte con las palmas. Luego puso sus manos abiertas para examinarlas. Ahora también estaban teñidas de rojo. Gritó más fuerte, mientras se dejaba caer apoyada y resbalando por la pared de la habitación. Su deslizamiento generaba un chirrido desagradable, frío. Cuando quedó en el suelo de nuevo, solo se apreciaba un pequeño sollozo interior. Paró de llorar, algo dejó de funcionar.
  –Te amo. Estas fueron sus palabras, y fingió su contestación en una voz más grave.
  –Y yo a ti cielo. Se arrastró confusa hasta estar de nuevo al lado de Keith. El agua rojiza que se deslizaba por los extremos de la bañera se convertían en goteos persistentes pero débiles, pero que perforaban el silencio de la habitación.
  –Cloc, cloc, cloc, cloc empezó a decir en voz baja en forma de susurro. Cogió la mano de Keith realmente fuerte y apretó los dientes; se tensaron todas las venas posibles a tensar. Su rostro se empalideció más aún de lo que ya estaba. Se quedó en silencio unos segundos, con una dulce lágrima recorriendo su rostro. Quizás la última. Le besó, como nunca antes lo había besado. Le dolía el pecho de solo tocar esos labios tan rígidos y secos. Su cara cristalizaba horror, y a la vez seguridad. Acto seguido, aporreó brutalmente su cabeza contra el bordillo de la bañera. Su mano se destensó de manera automática, y cayó un cuerpo frío encima de otro desnudo.
Su mirada también estaba perdida ahora; quizás tratando de buscar la de Keith. Sus cuerpos gélidos y frágiles se besaban, y la sangre de Catherine tiñó el agua con un color más concentrado.Ahora estarían juntos por siempre en esa agua teñida de dolor.
  Cloc, cloc, cloc, cloc.

¿Por qué esta reacción tan cobarde? ¿Pensó que morir junto a él sería la única manera de decirle lo que no hizo aquella mañana?, ¿Pensó que si no moría, jamás podría vivir sin tener su presente tacto, y el interminable remordimiento de no haber expresado sus sentimientos cuando tuvo ocasión? Tal vez, y solo tal vez, simplemente el miedo la consumió.
Y por eso yo te digo, aunque de una forma algo extremista:
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.


Pues nadie sabe lo que le deparará el futuro en el “próximo amanecer”...

jueves, 17 de marzo de 2011

El mundo no da vueltas; las da la vida.



1:03

Hace frío, la noche se está muriendo, y no lo hace sola. Alma decide salir hoy por la ventana.
1:11
Mis huesos se reblandecen con el paso de las horas, mientras disminuye mi presión sanguínea.
1:19
Mi frente está mojada.
1:21
Cada latido que alberga mi pecho encoge mi garganta, y la mantiene pausada durante unos instantes, sin notar apenas presencia de la más mínima gota de aire.
Mis manos, oh mis manos. Mis manos se duermen, todo mi cuerpo duerme, y comienza a pertenecer a otra persona.
1:30
Había experimentado estas sensaciones antes; el caso es que nunca todas a la vez.
1:37
Miro el entorno que me rodea, quizás sea tarde para intentar levantarse y mirar otra cosa que no sea el techo. Respiro calidez, pero yo sigo sintiendo mucho frío.
2:18
Vaya, parece llegar una ligera brisa a mi cara; una corriente seca y áspera que me roza bruscamente. Aún así apenas causa movimiento en mi cabello.
3:40
Silencio...
3.56
¿Qué suena? ¿Son imaginaciones mías? Es esa canción de nuevo, intentando invadir mi cabeza de recuerdos.
3:58
No, no lo conseguirás, soy fuerte, aunque hasta mis rodillas entumezcan y mi mirada debilite.
4:02
Más silencio... un momento ¿La oyes? Yo sí, pero de algún modo sé que no suena por ningún lado.
Quizá la oiga mientras viva: nuestra canción... la cual se mezcla con tu risa.
4:04
Es hermoso de escuchar; tanto, que mientras se pasean por mis oídos, cada nota atraviesa mi corazón brutalmente.
Es extraño, sangro, pero no mancho el suelo. Igual dejé de tener sangre hace tiempo. ¿Desde que te fuiste? O tan sólo causa una herida parcial en mi interior.
4:06
Bueno, ¿Qué importa? Ya nada tiene sentido, ni justifica, ni explica, ni perdona, ni retrocede, ni varía.
4:29
He observado que hasta mi más leve suspiro realiza un fuerte eco en la habitación.
4:55
Parece que pasan las horas...
5:13
¿Qué hacer? Ya quemé casi todo lo que te pertenecía; aún así, sigue pareciéndome demasiado sádico prender mi corazón.
5:36
Mi vida se volvió llena desde que te vi marchar. Llena de vacío, y soledad.
5:47
¿Qué estoy diciendo? Realmente... aunque parezca sumamente contradictorio... estuve pensando, y, no te necesito. Eres una persona más en este pequeño mundo, que decidió desaparecer del mío propio y paralelo. Ya no te culpo, ni siquiera lloro por ti. No te quiero, ni cerca ni lejos, no te amo, no te espero, no te extraño; tampoco te odio, pues el querer, el amor y el odio, son sentimientos, y yo por ti no siento nada.
5:55
Noto que me falta algo que me quita el sueño todas las noches, y algo que me ha devuelto la noción del tiempo. Sé que ese algo eres tú, y también sé lo muy importante que eras en mi vida.
Pero si algo me enseñó el sabio tiempo, es el hecho de haberte perdido, y el de que no puedo recuperarte. Quizá por eso sienta esta congoja y este frío, este sentimiento tan pobre, tan desilusionado. 
A pesar de todo esto, puedo decir con valor, que sé, sé muchas cosas.
Entre ellas: que no quiero recuperarte. O quizás solo trate de engañarte, y me esté engañando a mí misma.
6:00
Te espero. Espero a que te vayas del todo, y poder disfrutar del silencio, sin tener que escuchar esa estúpida canción que prometió la Luna, junto contigo.
También puedes guardarte tu risa, y reírte de quién yo te comente.
7:00
Puedo vivir sin ti. Me falta aprender. No se nace sabiendo en esta vida.
8:00
No nací para quererte. Quizás sí para olvidarte.