viernes, 23 de septiembre de 2011

Tiempos contra Elisabeth




    Eli, hermosa chica. Cabellos largos y negros como abismos; ojos azules como mares. Toda ella era infinita. También lo eran su encanto y sonrisa; esa sonrisa pícara de niña buena que incita a preguntar al menos su nombre. No era muy alta, pero le gustaba llevar botas extravagantes con grandes plataformas y apenas se notaba. También solía vestir ropa ancha que camuflaba su enclenque cuerpo. Era como si toda la tela que la cubría le hiciera sentirse más a salvo.
No era del todo tranquila; más bien necesitaba mover cosas todo el tiempo. Colocarlas en su orden original, removerlas de nuevo. Tocarse el pelo, hablar. Hablar como nadie, pero sólo con su mejor amiga Yaira. No era rara, era diferente ¿Sincera? Posiblemente con quién confiara... minoritariamente hombres. Pues: "No están hechos para comprendernos, sino para satisfacernos, ¿no se dan cuenta? Aunque tal vez no sirvan para nada, como las servilletas de restaurante". Las dos amigas reían y reían, aun sabiendo que ninguna de ellas jamás podría vivir del todo feliz sin uno.
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Tenía un nombre especial: Riuk. Eli veía miles y miles de acciones cotidianas al día, y todas ellas le parecían perfectas y románticas para hacer junto a él.
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Deseaba  entrelazar sus manos, tocar sus labios, humedecerlos, respirar su aire. Acariciar su rostro, besar su cuerpo, dormir en su pecho. Él era para ella. Ella no lo era para él.
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PRÓXIMAMENTE.