Miro hacia atrás y no estás,
amado. Observo… sigues sin emerger. Diviso todas direcciones. Me pregunto:
“¿Dónde podrá aparecer?” Y sueño, “Soñar y ser soñado”, las típicas canciones relatadas por los "sabios". Y sueño, con tus labios salados. Entonces me despierto. Miro a todos lados. Ahí estás, aunque dentro realmente. Ausente, pero presente. Ya lo verás. A ti, siempre en mi mente. Quizás contrariado. Es como si no pertenecieras a mi vivido
pasado, ni al futuro lejano. Tampoco a mi presente callado. Pero tranquilo, guardo un as.
Tú eres algo
más. Todo viene contigo, y todo contigo se va. Como mis males. ¿Vienes? Eres todos mis tiempos verbales... ¿Quieres?
De las mañanas el sol, de los atardeceres la brisa. Tú eres
del mundo la sonrisa. Y sus giros. Añoro el dulce que contienen las gotas de tus
suspiros; las caladas de tus lágrimas que caen sobre la rosa. Son acidez en mi rima
en prosa, al contemplarte. Pues adoro tu calidez; tu mirada penetrante. Tus intensos
brazos; de mi cordura, los lazos. Mi expresión corva.
Odio las distancias que me roban; los alambres que atraviesan al caer. Vuelve
la acidez. Por ti hambre, por ti sed.
De ti todo parte… y extraño todas y cada
una de las partes de tu ser. Ellas te construyen, y ellas me destruyen. ¿De qué sirven las oraciones? Siento reales adicciones por tu cuerpo; por tu piel.
Amor, por ti los oleajes son simple marea. Seré tu dulcinea. Siento amor. Amor por ti. Porque mi corazón vuela. Y animal terrestre fui.
Tal vez me equivoqué... y estés en
todas partes, aunque no te vea.
Ni pueda mirarte ni besarte. A lo mejor oír. O tan solo imaginarte. ¿Y qué voy a decir? Si eres
el aire que bebo para vivir; el agua que respiro. La nana del dulce dormir. El
arte. De las palabras la belleza. La muerte constante de mi tristeza, de mi ego su abatir. Las románticas danzas. Las divinas alabanzas. La bonanza; mi cima,
mi luz y esperanza. La salvación de mi alegría. El elixir. La animación de mi fotografía. La bala de un dulce morir. La vía, el camino, y el ir.
Y voy a decir... que cuento tus ausentes segundos, malos que no buenos. A veces me pregunto "¿irás por otros mundos?". Quizá jamás nos reencontremos. Pero sé que no temeremos. No podrán los kilómetros ni los celos. Venceremos, y punto. O eso creemos. Eso queremos creer. Para hacer culto al cuerpo en bruto. Para saborear la pasional miel.
También a veces, cuento cada minuto. Esos que mereces, pero que trágicos conforman hálitos, como de luto.
Y otras tantas, cuento las horas altas en las que mi alma vaga errante, buscando tu sonrisa
también vagante, que me falta, para poder refugiarse en tus tiernos besos delirantes. Esos, por los que daría mi honor y mi estandarte, mi blanco velo.
Para poder tocar tu corazón en prendido
fuego, llueve mi mano suave de gélida nieve. Y para poder exclamar: "Tú eres mi eterno herido ruego;
mi lluvia fría y leve", quiero poder amar: amar ahora, aquí, así. Amarte a ti. Calor caliente. Caricia lenta. Instante breve.
Me agrada sentir... que volverá; aquello que muerdo como
un trozo de salud. Que regresará; mi vicio bueno. Parte del gozo de plenitud, y luego todo ello.
Tan Reconfortante.
Satisfactorio. Casi permanente cual sello.
¿Y bello? Eso son tus ojos, tus orejas,
tus pies, tus cejas, tu pelo, tu cabeza, tu frente, tu piel, tus hombros, tu
sien, tus manos, tus codos, tus dedos, tu miel, tu todo, tu ceño.
Ojalá, de algún modo... no venga la desgracia de perderte, mi pequeño. Y yo te tenga, a ti y a la suerte de tenerte, inmenso cielo.
Porque las partes de ti... elaboran mi vulgar rima. Pero todo tú, hasta
mi misma muerte, eres mi misma vida.
Te amaré y me amarás
Y así:
Jamás, en mí hallarás, plácida
calma. Tuya es, hasta el final, mi ya no propia alma.